Todos reconocemos que, desde que El niño/a nace, como si brotara a la vida, va desplegándose lentamente hasta alcanzar, en la mayoría de edad, la madurez.
Dicho proceso está impregnado del deseo de conocer del niño/a. Este deseo le lleva, en la más tierna infancia, a realizar grandes hazañas como son, ponerse de pie, luego conquistar el habla y como tercer hito, el desarrollo de los rudimentos del pensar.
Todos los elementos físicos, anímicos y espirituales que están presentes en el entorno del niño/a, ya sea de manera voluntaria o no, hacen parte del bagaje de la infancia, impregnan su cualidad en el alma infantil.
Este ser, todo órgano sensorio, puede captar la realidad de los objetos (físicos y sutiles) e incorporar su comprensión desde la más primigenia experiencia, tan profundamente, que hacen parte de su forma, de lo que estructuralmente el niño/a es, las experiencias – vivencias calan hasta los huesos.
Reconocida esta cualidad quisiera hablar de las muñecas, definidas como el elemento, que en el juego infantil , ofrece la visión de lo humano. La pregunta que debemos hacernos entonces sería ¿qué imagen del hombre le queremos ofrecer al niño/a? ¿Cuál es la cosmovisión de hombre que llega El Niño/a al recibir tal o cual objeto – muñeca. Toda la visión del hombre para la antroposofia, está recogida en la muñeca waldorf o debería estarlo. Es esta cualidad sutil fundamental la que le permite al niño, sentirse reconocido, acogido, reflejado, visto en la muñeca, que sin duda se transformará, como no podría ser de otra manera, en un compañero inseparable para el juego, para la vida.
La muñeca recoge a su vez la idea del hombre en desarrollo, refleja la madurez temporal del niño en este desplegarse del ser, es por esto que su forma externa se va complejizando en la medida en el que el niño crece.
La forma de la cabeza, esférica, reconoce la cualidad cósmica – celeste del hombre, le habla de su patria original. Esta cabeza colocada en el centro de su corporalidad actualiza la idea del hombre recto en la vertical que puede libremente, dirigir su mirada al cielo, es el único sobre la tierra con la posibilidad de hacerlo. Esta cabeza se va definiendo más y más en su desarrollo, se va individualizando y aparece en ella el gesto único y particular. La hendidura de los ojos, que imprime un carácter al rostro, el color de ojos y pelo, van ofreciendo al ser herramientas para llevar adelante su destino y la muñeca se hace eco de esta realidad evolutiva y de la realidad exterior a la que el niño pertenece.
El tórax con su cualidad rítmica, aún dormida a la consciencia en la temprana infancia, va adquiriendo firmeza, hasta hacerse casa de corazón y pulmones, es flexible, acoge el movimiento rítmico, se expande y retrae, esta fundamental cualidad aparece en la confección de esta muñeca haciendo el relleno de este”tórax” firme pero blandito, que los dedos puedan hundirse levemente. Es esta casa – corazón el centro de la acción del hombre en el mundo y como centro es mezcla entre duro y blando, lugar de paso, de interrelación.
Los miembros móviles, abiertos en expansión al mundo, reflejo de la acción humana, se van materializando en la imagen muñeca en la médica en que aparecen a la realidad del niño en evolución. La muñeca de nudos en donde los miembros aparecen apenas esbozados pues se encuentran dormidos a la conciencia. Un pequeño nudo en el extremo de una tela se transforma en “mano” a imagen de aquel puño cerrado del bebé que aún tiene todo el mundo por descubrir. Brazos y piernas aparecerán en la medida en la que vayan siendo “activas” en el desarrollo motor del niño. También el tono muscular asociado naturalmente a la capacidad motora se verá reflejado en la cualidad del relleno de la muñeca.
La proporción entre todas las partes que componen la muñeca, cabeza, tronco y extremidades es semejante a la del niño pequeño y esta debe ser tenida en cuenta a la hora de confeccionar una muñeca.
Finalmente me gustaría recordar que lo más valioso que puede contener un juguete confeccionado a mano es el calor humano que en el se imprime. Llenemos los juguetes de nuestros niños y niñas de buenos pensamientos, de claridad, de noble intención y de mucho, mucho amor.
Sandra Chandía Riaño
Maestra Waldorf
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